Hace poco Carvajal S.A, (dueño del
Grupo Editorial Norma) uno de los grupos empresariales más importantes de
Colombia, anunció, en nombre de su presidenta Gladys Helena Regalado
Santamaría, “desinvertir paulatinamente en las líneas
de negocio que no atienden de manera directa el mercado de la educación”. Con
lo cual se quiere ahondar en las línea Juvenil, Infantil, texto educativo y
gerencia. Ante la poquísima información que los medios han proporcionado
al respecto, nos hemos visto llamados a esbozar un contexto del por qué ha
sucedido esto, y qué consecuencias puede tener en la reducida contribución
literaria colombiana.
Es sorpresivo que una de las
editoriales de mayor prestigio a nivel Latinoamérica, que cuenta con uno de los mejores catálogos, en cuanto a
obras y exclusividad de autores se refiere (pues ha publicado a Gabriel García
Márquez, Andrés Caicedo, Álvaro Mutis
y cuenta con la exclusividad de autores
como William Ospina y Santiago Gamboa; además
de contar con editores de altísima calidad como Moisés Melo, Ana Roda y María
Rosario Aguilar), anuncie intempestivamente que la publicación de textos
literarios, en inventario, circulara solo hasta el 2012. Según la presidenta de
Carvajal, el principal motor de la producción en la empresa siempre ha sido la
línea de textos educativos, que representa el 14% de las ganancias, mientras
que la línea de literatura solo produce un 3 % de ganancias en cuanto a ventas
se refiere. Esto demuestra, según indican las directivas de Carvajal, “la
educación siempre ha sido nuestro fuerte”.
La noticia ha sido recibida con
profunda desilusión por parte de escritores, editores, académicos, y sobre todo
lectores en América Latina y España, que aunque no son muchos, valoraban el
esfuerzo hecho por Norma. El Grupo Editorial Norma es la única editorial
Colombiana con capacidad de publicar en más de 14 países, traducir textos
inéditos y sobre todo, al ser local, constituía una de las pocas oportunidades
con que los escritores colombianos contaban para cumplir el sueño de ver sus
obras publicadas.
Podemos atribuir este nefasto hecho a
varias situaciones. Primero: En un mundo donde los números tienen prioridad
sobre las letras, la literatura encuentra cada vez menos espacio. Es claro que las
empresas dedicadas al lucro, les interese cada vez menos el alcance
cultural que un libro puede llegar a
tener. Ya no se piensa en torno a ideas, sino a
plusvalía. Entendiendo esto es apenas obvio que Carvajal tomara la
decisión de suprimir el funcionamiento de secciones que no producían las
ganancias esperadas.
Segundo: El nivel de lectura de los
colombianos a pesar de aumentar poco a
poco sigue siendo paupérrimo; de 1.2 libros por habitante en 2001 a 2 libros en
2008, no es un incremento significativo. Lo cual puede atribuirse a sinnúmero
de causales: culturales, sociales y educativa; donde la falta de la
interiorización del hábito de leer es significativo. A pesar de aumento del
nivel de lectura y los bajos niveles de analfabetismo, los potenciales lectores
se pierden en el Internet y la Televisión. Pero también causas económicas
ahondan el problema, puesto que los libros son carísimos, en
correspondencia con el poder adquisitivo
del colombiano promedio.
Tercero: Ligado al altísimo costo de
los libros; la industria de la piratería a gran escala está socavando las
empresas editoriales, y con ello a los mismos autores, que no perciben un solo
peso de las ventas hechas “informalmente”. Igualmente el cambio de reglas del
sector, genera un cambio en las prácticas editoriales. Donde la digitalización,
no solo de los libros sino también de los periódicos, lleva a buscar
alternativas por parte de las grandes editoriales, situación que en Colombia no
ha asumido aun con fortaleza.
Lo reconozco; no soy fan de la
Editorial Norma, de hecho admito que me disgusta la excesiva cantidad de textos
de auto superación que acapararon su mercado literario, en contraste con la
cada vez más pobre oferta de novelas, ensayos y demás géneros literarios; pero
también acepto que hará falta. ¿A dónde irán a parar tantos autores que
publicaban bajo esta Firma?, si bien los más afamados escritores, de seguro
recibirán ofertas de otras editoriales, los menos reconocidos que hasta ahora
empezaban a abrirse paso tal vez desaparezcan del circulo.
Estamos atestiguando un declinamiento
de la inversión en la cultura y la promoción de un hábito muy necesario; la
lectura. No solo son los escritores colombianos, sino también los de otros
catorce países, a los que les será más
complicado hacerse de una firma editorial respetable que los represente.
Igualmente es víctima el prestigio del Grupo Editorial Norma, que es la
ganancia real de cualquier editorial que quiere invertir la cultura. Además, la
idea de invertir en el sector educativo enmarcado en Libros de Texto, demuestra
una visión reducida del sentido de educación y el papel de la literatura.
El cambio estratégico del Grupo
Editorial Norma es un hecho, no hay por qué llorar sobre la leche derramada, es
triste que los intereses de empresas tan importantes como Carvajal, consideren
la cultura un elemento secundario. Solo nos queda invitarlos a pensar
libremente, a apropiarse de la cultura, la lectura y la fantasía, para cambiar la realidad de este país que
magistralmente resumió Álvaro Gómez, “En
Colombia la mitad de los libros que se editan no se venden; la mitad de los que
se venden, no se leen; la mitad de los que se leen, no se entienden, y la mitad
de los que se entienden, se entienden mal.”
El libro igual que la cultura va cambiando, el
papel se transforma en bits y las editoriales deben asumir este cambio. La
sociedad colombiana tan necesitada de cultura, no puede dejar, que con el
cambio de estrategia de Carvajal, la novela o la poesía acaben de perder su
limitado espacio. Es necesario que nuevas editoriales asuman el vacío de que ha
dejado Norma, y que la Edición Digital sea la nueva plataforma de publicación,
porque las decisiones de un mercado voraz y ambicioso que está generando su
propia destrucción han degenerado la cultura, la identidad y la dignidad de
pueblos y personas.
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