Chismosos

jueves, 25 de agosto de 2011

¿Y quién decide?


Los aplausos estallan y el jubilo se ven en las caras, a lo sumo son quince personas, que rotando la palabra de uno a otro van negociando sus posiciones y buscando un acuerdo que satisfaga a todos. A pesar de que cae el sol y los debates se extendieron como la represión Estatal lo hace, no son el colectivo estudiantil sino sus “representantes”, que a un lado de gran multitud que levanta al unisono arengas de diferentes matices pero con un mismo sentido una sociedad diferente a la que hoy se escribe este punto de opinión. Este selecto grupo, jubilosos de llegar a un acuerdo son nada mas y nada menos que las cabezas visibles de la diferentes organizaciones estudiantiles, que representan los intereses y necesidades de los estudiantes. Sus miembros, además de ser de un limitado en número, ostentan los cargos más altos de una absurda democracia estudiantil.
Luego de dos días, en que la incomodidad fue la bandera, la diversidad fue un fetiche y la vigilancia un fantasma muy peligroso; las posiciones de unos y otros se enfrentaron primero en decoradas ponencias y luego en mesas a cargo de estas cabezas y sus subordinados. El debate se inscribe en uno puntos que se aprueban por parte de los participantes, pero se discute a toda voz entre los diferentes agremiados de estas representaciones; que no solo son de la Nacional o de Bogotá, pues sus capacidades van de norte a sur, de publica a privada. Lo cual puede demuestra que tienen un discurso, o que atrae o que no existe aparentemente otra opción “gremial”.
Mientras las arengas extremesen el auditorio, llamando a Bolivar o al Ché, o piden “Unidad para Santos acabar” o amenazan con globalizar la resistencia si el Sistema sigue oprimiendo; no más de quince sujetos muy capaces en la política y demagogia decide sobre cuales son los puntos mínimos de lucha reivindicativa del estudiantado, o sobre como se debe organizar las manifestaciones o hasta el mismo Paro, como máxima herramienta de lucha.
El problema no es que existan la cosas, el problema considero, es la forma en que esta cosas desarrollo su existencia. Por lo tanto la afiliación de un organización a entidades políticas de izquierda o derecha, legitimas o no, presenta un problema en el sentido en que es el discurso político y no el discurso gremial lo que pesa tanto en la acción como en la palabra. Lo cual no significa que una organización gremial no tenga un sentido político, pero valga aclarar que en la medida que el discurso político permee el desarrollo del proceso gremial, sera la fragmentación política y no la unidad gremial lo que valla a llevar a desintegrar, la lucha y su sentido, en tantas opiniones políticas busquen imponer su discurso.
La estigmatización del proceso social, no solo en Colombia, en todos sus niveles -estudiantil, campesino, obrero, etc.- es una realidad que sigue costando vidas; y que en la medida que los actores sociales no sean capaces de integrar aliados a la causa con discurso plenos, actuales y debatibles es muy complicado que se pueda hacer frente al sistema cada vez más reaccionario y represivo.
Si el propósito es darle un nuevo cause a la sociedad que consideramos inoficiosa, injusta, elitista, deshumanizante, no le hallo el sentido a proceder bajo las misma lógicas del Sistema y buscar resultados diferentes. Por lo cual en la medida que el discurso del gremio supere el fraccionamiento político, es posible que cada generación pueda avanzar más de un centímetro por vez y la unidad no se quede en las gargantas de mil personas y las decisiones en unos quince.